En una ocasión una computadora extremadamente compleja y costosa se descompuso. Ningún ingeniero de la empresa logro echarla a andar.
Llamaron a ingeniero externo para arreglarla. Al llegar, se sentó frente a la pantalla, oprimió unas cuantas teclas, asintió con la cabeza, murmuró algo para sí mismo y apagó el aparato.